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Tejados Ávila comenzó casi por accidente, en medio de una de las peores tormentas que la ciudad había visto en años. Era pleno invierno y, como muchos días en Ávila, el frío estaba acompañado de un viento que se colaba por todas partes. Aquella tarde, Carlos, un albañil de toda la vida, recibió una llamada de su cuñado. A su vecina anciana, la señora Lucía, le había entrado el agua a chorros porque el tejado de su casa, ya viejo, había cedido. Carlos, que tenía herramientas en su furgoneta, se ofreció a ayudar. No sería la primera vez que ayudaba a alguien con una reparación rápida, pero lo que encontró al llegar le dejó helado: tejas rotas, la estructura doblada y el cielo amenazando con otra tormenta en cuestión de horas.

Sin pensarlo, Carlos se subió al tejado y trabajó sin parar. Consiguió estabilizarlo, cambiar las tejas que pudo y dejar el lugar listo para resistir la noche. Al día siguiente, ya corrió el rumor de que el «manitas de los tejados» había ayudado a la señora Lucía, y comenzaron a llegarle llamadas de otros vecinos con problemas similares. Entre arreglos, cada vez más complicados, Carlos se dio cuenta de algo: si a cada vecino le entraba el agua y nadie más estaba dispuesto a hacer el trabajo bien y a tiempo, había una oportunidad de negocio.

Así que, con el apoyo de algunos amigos, decidió fundar Tejados Ávila. No solo una empresa, sino un servicio que ofreciera tranquilidad y protección a todas las familias de la ciudad. Con el tiempo, la empresa se convirtió en sinónimo de confianza en Ávila, y hasta hoy su misión sigue siendo la misma que aquel primer día: asegurar cada tejado para que, pase lo que pase afuera, en casa siempre haya un refugio seguro.